quinta-feira, 5 de maio de 2011

A controversa beatificação ultra-rápida

Nada como ter um sucessor amigo e colaborador à frente do pontificado, para colocar o antecessor a um passo da "santidade"! Colo abaixo um texto em espanhol, devidamente referenciado, para meus leitores saberem que a "beatificação" ultra-rápida não se deu sem contestações, mesmo na Europa católica. Se alguém viu na imprensa brasileira alguma contradição a respeito, por favor....
Então veja-se o texto aludido acima:
Rebelion. El nuevo Beato
Portada :: Opinión
05-05-2011
El nuevo Beato


Jaume Barallat
Union de ateos y librepensadores

El corresponsal de Le Monde en Roma, Philippe Ridet escribe el 28 de abril que
San Pedro del Vaticano es un cementerio; que 148 papas han decidido pasar su
eternidad dentro de las grutas vaticanas: bajo la basílica, o bien, después de
su beatificación, dentro de una capilla de la propia basílica. Y que esto último
pasará, a partir de este próximo domingo 1 de mayo, a los despojos mortales de
Juan Pablo II, que se enterrarán allí, cerca de la conmovedora Pietà de Miguel
Angel. Y, en otro momento, dicho corresponsal se pregunta: ¿crisis de
alojamiento o acto político?
Y es que, para ceder un puesto al nuevo bienaventurado ha sido necesario
desplazar, desde el pasado 7 de abril, los restos de otro papa allí presente; es
Inocencio XI (1611-1689), beatificado por Pío XII en 1956 -destacó aquel papa
por razón de su papel, dice Ridet, en la batalla de Vienne, que en 1683 paró el
avance turco sobre la cristiandad-. Pero nunca jamás -añade con matiz irónico el
periodista- un soberano pontífice había sido echado fuera de su lugar por otro.
¿Qué está pasando ahora? -nos podemos preguntar nosotros-. ¿Será sólo la presión
popular, tras la muerte del papa polaco, de aquel grito multitudinario ¡Santo,
subito! ? Creo que, en este caso (más todavía que en todos los demás),
deberíamos pensar que aquí se trata, más aún que en los demás casos, de un acto
político.
En los primeros tiempos, la Iglesia fabricaba sus santos, por aquí y por allá,
teniendo en cuenta sus martirios y bajo la égida de los obispos del lugar. Luego
vino “la confiscación de la autoridad episcopal por parte de la Iglesia Romana,
que fortifica su propia autoridad espiritual y temporal” -dice el historiador
Roberto Rusconi, autor de Santo Padre (no traducido)-. ¿Y para qué sirve
entonces la estrategia de fabricar santos? Valgámonos de nuevo de una frase
sacada de algún otro lugar en Rusconi: “Los santos son la proyección de la
imagen que la Iglesia quiere dar de sí misma en un cierto momento de su
historia. Cada beatificación es, pues, un acto político”. Bajo esta luz,
podríamos citar la canonización, en 1622, de San Ignacio de Loyola, fundador de
la Orden de los jesuitas y que ratifica el triunfo de la Contrarreforma. Si bien
son más paradigmáticas aún las infinitas beatificaciones lanzadas en masa por
Juan Pablo II, con su clara opción por un bando en los mártires de la Cruzada;
pero dejemos aquellas beatificaciones y vayamos a la otra: la que su propio
sucesor y amigo, Benedicto XVI, va a hacer de aquel tan prolífico beatificador.
El frenético proceso de beatificación que pasado mañana se consuma [el 1 de
mayo], empezó pocas semanas después de la muerte del papa Wojtyla cuando su
amigo y protegido Ratzinger anunció en latín la derogación “ad personam” de las
normas canónicas que obligan a esperar cinco años desde el momento de la muerte
para abrir una tal causa. ¿Por qué tal excepcionalidad -respecto a propias
normas canónicas-? Según el vaticanista Filippo di Giacomo “la causa se abrió en
la diócesis de Roma por motivos poco claros y se ha limitado a analizar los 27
años del pontificado de Wojtyla [es decir, la vida pública de un ídolo mediático
al servicio de una determinada política] y no su vida anterior” ¿Será, quizás,
una opción a favor de la citada fiebre beatificadora de quien creó tantos beatos
y santos como todos sus predecesores juntos y, generalmente, todos de un mismo
bando?
Otros, en cambio, creen que es más orientadora una ulterior explicación -véase
Miguel Mora (El País, 15-I-2011)-: “Contribuirá a difuminar las sospechas de que
el papa polaco y sus colaboradores más cercanos [y el más fiel, el propio
Ratzinger] conocían los crímenes cometidos por Marcial Maciel, fundador de los
Legionarios de Cristo, pederasta y corruptor de la curia de Wojtyla, de quien
fue asesor principal para América Latina”. Similar opinión puede observarse en
Bedoya (véase su artículo en la misma página de Mora): “En el caso de Marcial
Maciel, Fundador de los Legionarios de Cristo, podría hablarse incluso de
encubrimiento si no resultara cruel decirlo de quien va a ser beato…” Volviendo
a Miguel Mora, éste cita a los principales promotores de la beatificación: al
exportavoz de Wojtyla, Joaquín Navarro Valls, miembro del Opus Dei y, sobre
todo, al exsecretario privado de Wojtyla, Dziwisz, arzobispo de Cracovia. Se
podría tirar más aún de este hilo y la relación de estos personajes promotores.
Si alguien se atreve a hacerlo, superando un hipotético miedo a que se hundiera
su propio sistema de seguridades en aras de descifrar la verdad, puede hurgar en
mi artículo “La gran ocultación de la pederastia y dónde hallar al ocultante”
(localizable en: ateus.org -y luego, pulsando sobre artículos y publicaciones-).
Bedoya concluye, volviendo a Ratzinger: “Eran muy amigos y compartieron
complicidades durante décadas, hasta hacerse muy ancianos, así que no ha de
extrañar que se considerasen mutuamente elegidos de Dios en una misión de
combate contra el modernismo del momento, llamado ahora laicidad y relativismo.
Es decir, unos benditos”.
Respecto a pensadores cristianos y teólogos, Bedoya decía unas líneas antes:
“Juan Pablo II resucitó la siniestra Inquisición pese a haberla clausurado el
Concilio Vaticano II y puso al frente a un policía de la fe que ha descabezado
sin contemplaciones a la mejor teología de los últimos siglos. Se llamaba Joseph
Ratzinger, ahora papa Benedicto XVI”.
Claro que no es ningún misterio que el papa Wojtyla fuera elegido en un cónclave
tras haber ido a postrarse ante la tumba de Escrivà de Balaguer en Roma. Y
tampoco es ningún misterio que tras la “misteriosa” muerte de Juan Pablo I, el
mando y dirección de la Iglesia fuese tomado por el bando “perdedor” del
Concilio Vaticano II -quien desee conocer más detalles sobre este particular,
puede leer en el mismo lugar informático, ateus.org (pulsando sobre mis
artículos: “¿Por qué matar a Juan Pablo I?” y también, “El papel de la Iglesia
en la alargada sombra de la Cruzada”).
Volvamos al malestar de los teólogos y a aquella su persecución que denunciaba
Bedoya. En El País de 5-II-2011, su corresponsal desde Berlín, Laura Lucchini
dice: “Un total de 144 teólogos de habla alemana han firmado un manifiesto que
pide reformas urgentes en la Iglesia católica [...] Reclaman un nuevo inicio. El
manifiesto supone el alzamiento más importante contra la cúpula de la Iglesia
católica desde 1989, cuando 220 teólogos suscribieron la Declaración de Colonia,
crítica con la gestión de Juan Pablo II”.
Y finalicemos con unas declaraciones nada sospechosas de anticristianismo -son
del teólogo actual Juan José Tamayo (en uno de aquellos días)-: “Yo creo que el
Vaticano como Estado y el autoritarismo papal son dos de los factores que más
han contribuido al fracaso del cristianismo en su historia y que más escándalo
generan entre los no creyentes, pero también entre no pocos cristianos
evangélicos. Además, están en abierta oposición al Evangelio [...] al tiempo que
alejan, más que acercan, de la fe en Jesús de Nazaret. La desaparición del
Vaticano es condición necesaria para la recuperación de la credibilidad de la
Iglesia en el mundo actual”.
El domingo, uno de mayo, el nuevo Beato.
Fuente: http://ateos.org/?p=591




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